Tributos

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Epílogo: La impulsora de un nuevo juego

Quisiera pedir perdón por no publicar, pero lo cierto es que lo hice adrede ya que los martes estoy bastante ocupada con clases mañana y tar...

martes, 26 de septiembre de 2017

Capítulo 49: La suerte de ser vencedor.

Hola, hola, hoy cumplo con los tiempos xD. Espero que disfruteis del penúltimo Capítulo :)

Capítulo 49: La suerte de ser vencedor.

Sin embargo no era el único, también Cynthia se sentía más que perdida tras salir de los juegos. Sobre todo ahora que esperaba, entre las gradas, el momento en que debiera salir ante todas las cámaras del Capitolio para asistir a su coronación. Cashmere le había asegurado que estaría bien, que nadie podía culparla por cosas tan simples como ceder a sus sentimientos en la arena. No dado su enfoque. El de ser como un ángel, alguien bondadoso teniendo que aliarse con todo lo contrario, un demonio, para sobrevivir. Los trágicos amantes del distrito uno que, al final, ella era incapaz de sentir todo menos sinceros. Puede que William la quisiese siempre, que lo suyo no fuese más que un sacrificio de amor, pero a ella la arena le había hecho ver una parte de él que no le gustaba nada. En cambio, él, Nolan...

"No quiero seguir sus juegos, Cynthia"

Ella lo amaba realmente, eso lo tenía más que claro, por eso no podían llegar al final, por eso no habían podido estar juntos, como parte de ella quiso. Porque por más que se amasen seguían siendo tributos con planes y objetivos muy diferentes.

Y aún así no era justo.

Ninguna de esas cosas lo era.

Sí, aquella parte era de las pocas de la chica que no habían cambiado tras los juegos, seguía viendo el espectáculo mal y al Capitolio todavía peor. Sin embargo, como le había dicho Cashmere, lo único que lograría mostrándolo era que matasen a su familia. Y no estaba dispuesta a permitirlo.

Ya bastante le costaba asumir que veintitrés personas habían muerto para que ella viviese, entre ellas su novio y una persona que, aún con el poco tiempo que habían pasado juntos, había llegado a importarle mucho, como para tener que añadirle las vidas de su familia y Bryan. Fácilmente se suicidaría si aquello ocurriese. Cada vez entendía mejor a Haymitch Abernathy y su alcoholismo, cuando lo pierdes todo, a costa de un solo error, las ganas de cuidarte deben ser mínimas.

Por eso debía hacer aquello bien, la retransmisión, el banquete, la entrevista,... Tenía que seguir el juego del Capitolio hasta su final para subsistir.

– ¡Bien, bien! ¡Cynthia, estás hermosa! –El grito de Mystie prácticamente la hizo saltar en su sitio, mientras la acompañante corría a abrazarla como si nada. Cynthia tuvo que hacer un gran acopio de valor para no separarse abruptamente, mientras ella la felicitaba y decía lo orgullosa que estaba de ella y su valor. De que lo hubiese conseguido, tal y como ella predijo qué haría, obviamente era una completa mentira, la nueva vencedora lo sabía muy bien. Mas, ¿quién podía pedir más de una simple y ciega Capitolina? Ella desde luego no.

Aparte, lo único que conseguiría no comportándose como una digna vencedora era echarlo todo a perder. Cada vez que se observaba al espejo, a su cuerpo impoluto, ahora enfundado en un vestido blanco y negro casi fúnebre, como si nunca hubiese pasado por la arena, lo recordaba.

Su atuendo no podría ser más adecuado, aunque no lo pareciera, un ángel de luto, eso es lo que era ella ahora. Ya se lo había dejado ver Knight al enfundarle el vestido largo y vaporoso a la par que elegante, y unas alas grises. William, el demonio, su novio, se había dirigido voluntariamente a la muerte para salvarla, peor todavía, según el Capitolio, Nolan había hecho igual al guiarla por las cuevas y apartarle de William. Enfrentarlo porque ella siguiese adelante, cuando en realidad el asunto era más complejo de lo que había imaginado.

Pero la verdad, el que tanto el enfrentamiento como el suicidio incluían un patrón que nada tenía que ver con su amor, no solo era algo que no le favorecía saber, sino que el Capitolio no podía mostrar sin quedar en ridículo. Nolan era un desafiante, un mártir, dos distritos se sublevaron por él y Sean, recalcarlo no haría más que avivar la llama.

Cynthia debería sentirse afortunada, si en algún momento sentía ganas de llorar por todos los que habían muerto para que ella viviese, podría justificarlo por el dolor que le causaba la pérdida de ellos dos, pero era incapaz de ello.



– Sí, sí, Gloss. –Cashmere hablaba al teléfono mientras caminaba hacia ellas. Llevaba un vestido rosado tan provocativo que hasta daba asco. La seductora de Panem, eso era ella, y a Cynthia el asunto todavía le causaba dolor, saber que todo aquello era obligado por no perder a nadie, era horrible. – Lo único que sé es que todo cayó a pique desde el momento en que Sean Kingsley decidió jugar según sus propias reglas. Los juegos fueron todo menos lo que el Capitolio quiso, y ya ni te cuento lo demás. Solo espero que la chica sepa soportar la retransmisión con cabeza, porque sino realmente haré una tontería. – Cynthia la observó algo sorprendida, no porque dudase de ella, ella también lo hacía, sino por su estado, lo nerviosa y tensa que estaba solo por ella. Y aquello de hacer una tontería...–Sí, yo también te quiero ¡Hasta pronto!

Colgó su móvil reparando entonces en sus interlocutoras, Mystie no estaba afectada, algo natural, pero Cynthia...

– No debiste escuchar esto, lo siento. – Se disculpó.

Cynthia sacudió la cabeza.

– No te preocupes. Tienes derecho a temer por mí, yo también lo hago. – Le explicó. – ¿Evans ya regresó al distrito? – Preguntó, sabía que estando William muerto el mentor no tenía ninguna obligación de estar aquí. Mas, aún así, se había habituado a su presencia alentadora a su lado.

Cashmere negó con la cabeza.

– Ha tenido que acudir al Capitolio para arreglar el asunto de su hijo e introducirlo en la capital. – Cynthia la observó más que asombrada, ¿a qué venía eso? – ¡Vamos! No me mires así. La elección del niño en la cosecha no fue casualidad, ellos sabían que un chico tan joven como él no les aportaría diversión de ningún modo, hijo de vencedor o no. Si lo escogieron fue con un fin. – Cynthia asintió, cabizbaja.

– Y sin embargo no fue a los juegos...– Murmuró, sabía que era una estupidez pero le parecía injusto que él hubiera tenido un reemplazo y ella no, solo por ser rebelde.

– Pero sí que podría hacerlo si sus padres siguen desafiando las normas. Y no siempre habrá alguien para reemplazarlo. Cuando salió tu nombre no hubo ninguna voluntaria. – Asintió, todavía sobrecogida por el férreo control del Capitolio en los juegos.

– Ya veo. Esto es más difícil de lo que imaginé en su momento. – Terció. – ¿Alguna pista sobre la retransmisión?– Le preguntó, en un susurro, sabía que aquello estaba mal, que podría traerle problemas pero la idea de entrar allí, sin tener idea de lo que debía afrontar, la aterraba. Sobre todo sabiendo que el mínimo error de su parte le haría perderlo todo.

Cashmere observó a los lados, precavida, para luego acercarse y ella y abrazarla, mientras le susurraba al oído una sola palabra.

– Valor.– Cynthia arqueó las cejas, observándola intrigada, pero la mentora no añadió más, separándose entonces, para decir en voz alta. – ¡Estás perfecta, Cynthia! – Y sonrío con una falsa sonrisa de amplia felicidad. Justo cuando el himno del Capitolio retumbó en sus oídos.

Había llegado el momento.



El ruido del exterior se hizo más intenso mientras la plataforma en la que situaba Cynthia se elevaba. Vítores, gritos, exclamaciones,... Todo la envolvía en un ambiente tan abrumador como ilusorio. Los Capitolinos festejaban su entrada con un grito de júbilo. Al igual que Caesar Flickerman, este vestía un traje plateado, perfectamente en la línea del distrito uno, el aventajado, mientras anunciaba eufórico:

– Con ustedes, Cynthia Talvot. ¡La vencedora de este año! ¡El ángel del distrito uno! –Y el público no hizo más que gritar todavía más eufórico, mientras Caesar le levantaba la mano.

Cynthia mostró una sonrisa suave para luego saludar a las cámaras. Se sentía como una muñeca, una persona movida por hilos invisibles para un solo fin.

Y lo peor es que aquella sensación no distaba mucho de la realidad.

Todo estaba orquestado bajo un patrón fiel, a los primeros que presentaron fue a su equipo de preparación, los cuales saludaban más que eufóricos. Luego Knight, su estilista, quién seguía combinando ese cruce extraño entre robot y humano. Mystie y, finalmente, Cashmere.

La vencedora de los Sexagésimo Cuartos Juegos saludaba y mandaba besos a todo el público, pavoneándose como si se tratase de una estrella de cine. El Capitolio se acaloraba, le devolvía los besos y saludos con cada vez más entusiasmo. Los tenía en sus manos.

No, más bien, ellos la tenían a ella.

– Ven, Cynthia, siéntate ¡El programa está a punto de comenzar! – Otro grito agudo se manifestó mientras el presentador la guiaba hacia el trono del vencedor. Este año era de un color extremadamente claro, adornado con detalles que no hacían más que recordarle a la arena. El verde acogedor de la pradera, el gris oscuro de la montaña de la Cornucopia y, finalmente, las luces y sombras que ocultaba la cueva.

La luz que se abría paso tras la oscuridad llevando hacia una belleza tan sobrecogedora como letal...

La pradera.

Y, sin embargo, no había ninguna referencia a los reflejos, aquellos cristales desperdigados que la ayudaron a ella, Sean, y otros tributos. Era como si el Capitolio no ansiase verlos como emblema a ser recordado.

La pregunta era, ¿por qué?, ¿qué escondían realmente? Quizás fuese mejor que ni ella supiese la respuesta.

Se acomodó en el sillón inspirando hondo mientras una pantalla se encendía frente a ella, el vídeo de sus juegos. Cynthia no sabía qué hacer, ¿de verdad debía revivirlo? ¿Cómo lo afrontaron otros? Pensó en los vencedores que había visto por televisor, muchos de su distrito gritaban o alzaban los puños con orgullo, el hermano de Cashmere, incluido.

Otros, en cambio, actuaban con más humildad, Cashmere se mostró encantadora, Finnick, el vencedor del distrito cuatro del año pasado hasta parecía aburrido, más centrado en las exclamaciones del público que en el programa. Con una sonrisa de superioridad tan falsa como sus ganas de estar allí...

Las mismas que tenía ella.

Se aferró a los pliegues de su vestido mientras comenzaba el programa, tan ansiosa como nerviosa por lo que el Capitolio iba a mostrar, cómo arreglarían su error. Se imaginó que siendo la vencedora todo tendría que ver con ella. Su estrategia para y la de William para vencer: los trágicos amantes del distrito uno...

Pero, en lugar de aquello, los juegos versaron sobre el valor..

La cosechas pasaron como un vendaval, tres minutos, poco más, enfocaron su cara asustada y la decisión de William: El valor del amor.

Sucedieron las otras, Robin, Miller, los del tres, a cuyos nombres no prestó atención, Giannira y Sean:

Y, de repente, otra estática, los elegidos del distrito cuatro dándose las manos, él animándola a ella y el brillo de reconocimiento, ira y casi derrota de los ojos de Finnick Odair: El valor de la amistad.

El siguiente en ser resaltado, después de las cosechas del cinco y seis fue Jack: el valor de vivir.

A Cynthia no le extrañaba verlos ahí enfocados, ellos tres Sean, Jack y ella habían llegado a la final. Se habían enfrentado por vivir, en la pradera. Debían estarlo.

Nolan, en cambio, no salió tan favorecido, pues si bien enfocaron astutamente su expresión de absoluto odio al Capitolio, la cual recibió muchos abucheos, no situaron ninguna frase ni momento relevante de él entonces. Cuando ya su comportamiento apestaba a rebelión.

Y otra fila rápida de cosechas, nueve, diez, once,...También enfocaron a Cris que compartía la misma lucha que Jack. Las mismas ansias de vivir.

Pero aquello solo había podido hacerlo uno, ella, Cynthia...

La siguiente retalla de imágenes que lanzaron correspondía al desfile, ella y William en el carro vestidos de ángel y demonio: Los trágicos amantes del distrito uno.


Cynthia intentó por todos los medios desconectar de la película, aislarse, pensar en su familia, bryan,... Todos los que vería al llegar a casa. Volvieron a sucederse tributos y ella pudo ver detalles que la euforia por su eclipse le había hecho pasar por alto. Sean sonriéndole a Finnick para luego charlar con Giannira durante casi todo el desfile, el único momento en que no lo hicieron fue cuando el público volvió a gritar maravillado por los tributos del distrito uno: Cynthia y William.

Y entonces, tanto Sean como Giannira, les fulminaron con la mirada, pero fue la expresión de él, la que hizo que la vencedora se estremeciera, recordando su sueño. Ya entonces Sean parecía loco y eso que los juegos todavía no habían comenzado...

– Aterrador, ¿cierto?–Coincidió Caesar con ella. –Nos costó mucho rescatar esa imagen, la del auténtico villano. Un loco.

Loco...

Eso parecía Sean en aquel momento, un auténtico villano encolerizado y loco. Lo único que recalcaron de él hasta que la imagen saltó a Nolan, que la observaba fascinado.

Sus ojos coincidieron entonces y ella pudo ver todo lo que el Capitolio vio en un segundo, aquella fascinación mutua que llevó al Capitolio a llamarlos trágicos amantes.

El único momento en que Nolan no era un desafiante, solo un chico enamorado deseando luchar: el valor del amor.

Y Cynthia no pudo más que apretar los puños mientras el resto del desfile pasaba. Amor, sí, claro, el motor del chico, seguramente. Pero no su amor por ella sino por la revolución.

Deseaba tumbarlo todo y para eso necesitaba reunir todas las piezas, las chispas...

Ella, William, Sean,... Los tres salían resaltados de forma exquisita en los entrenamientos, Sean lanzando hachas, decidido, para luego introducirse en su grupo. Los trágicos amantes divirtiéndose con los golpes de William. Llamando así la atención de Robin y Miller, sus siguientes aliados, Giannira colándose tras William, y así hasta que se selló la alianza profesional.

Su alianza.



También mostraron a Jack estudiándolos a todos uno a uno, buscando aliados para deshacerse de ellos, el chico del doce y, después, Nolan, el cual había acudido a charlar con Sean al segundo día...

– Fue una imagen curiosa, ¿sabéis? – Dijo Caesar. – Nolan buscando una forma de sobrevivir que distaba de la habitual, aliándose así con el auténtico villano. Una alianza encubierta para desbancarlo todo, aunque no del modo que quería Sean, ¿verdad?

Le sonrió cómplice y entonces Cynthia supo a qué se refería, aquella noche, el incendio. Sean, ella... Los estaban enfrentando.

El ángel y el villano, la heroína y el malvado, la cordura y la locura...

Locura, era así como intentaban justificar el comportamiento de Sean, buscando los momentos exactos en que el chico parecía un auténtico loco. Algo no tan sencillo como lo parecía. Mostraron imágenes de su alianza y la de Jack enfrentadas, sobre todo esa rivalidad de William y Nolan, aquel enfrentamiento por amor...

Amor.

El motor del chico según el Capitolio, las puntuaciones se sucedieron rápidamente, una imagen, un número, hasta que llegaron a las entrevistas.

Y ahí Cynthia comprendió la razón de que el tema de los juegos fuera el valor.

Su entrevista.

"Ser profesional significa valor."

Valor para luchar por tus deseos, sean cuales sean. Era lo que había dicho ella y lo que repetía el Capitolio ahora. Su entrevista al completo, mientras que de William solo resaltaron esa frase:

"Te sacaré Cynthia cueste lo que cueste. Volverás a tu distrito y serás feliz de nuevo."
Feliz de nuevo, ¿realmente podía hacerlo después de lo vivido? Cynthia lo dudaba. De Miller solo resaltaron su ataque a Finnick, Robin, su fortaleza. Las entrevistas del distrito tres tenían muy poco que resaltar. De Giannira solo salía su adorable sonrisa, mientras decía lo encantada que estaría de seguir viviendo, para disfrutar de todo lo que le había brindado el Capitolio, en apenas una semana.

Alegre, cautivadora, embaucadora, aunque nadie podía hacerlo tan bien como quién vino después, otra vez él, Sean...

"Volveré Finnick, amigo mío, volveré y nos reuniremos de nuevo, te lo prometo."

Cynthia se preguntó si los suspiros de pena del Capitolio eran reales o cosa de su imaginación. Si esa gente lamentaba de verdad la pérdida del vencedor, o solo era ella la que no concebía que aún por encima de que el chico muriese para que ella viviese, el Capitolio lo trataba como si no fuese más que un loco. Cuando, en realidad, el asunto era mucho más complejo que eso.

Sí, definitivamente, la suerte no estaba de su parte.

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Suerte, en aquello era en lo que pensaba el vencedor de los Sexagésimo Quintos Juegos del hambre, mientras intentaba mostrarse atento a la retransmisión de los Sexagésimo Sextos, la suerte. Pero no precisamente de la forma en que la concebía el Capitolio, la suerte de salir elegido, de vencer o morir. Sino otro tipo de suerte, la suya, lo que venía después, la suerte de ser vencedor.

Vencedor...


Hoy en día, incluso un año después de su victoria, la palabra le sonaba tan vacía como lo hizo entonces.

Las entrevistas se siguieron sucediendo. Los del cinco, seis, siete, la niña y Jack:

"Exactamente Caesar. No voy a revelar todos mis planes para estos juegos, pero te puedo asegurar, a ti y a este público, que puedo ganar. Sé como hacerlo."

Finnick intentaba no pensar en aquello, en lo que había pasado realmente con el chico del siete, como se había desatado Sean con él, usándolo de ejemplo como lo que le podría pasar al Capitolio en el momento en que saliese. En cierto modo, sabía que debía de sentirse afortunado, de hacer eso Sean lo más probable es que lo encerraran y ahí sí que lo derrotarían, en cambio ahora...

"Pretendo hacerte fuerte, Finnick"

Ese era el objetivo de Sean en estos juegos, hacerlo fuerte, desatarlo todo para que de un modo u otro estos juegos terminasen mal. Y definitivamente lo había conseguido.

Nunca se había sentido tan fuerte como en ese momento, era doloroso porque para aquello Sean prácticamente había tenido que sacrificarse, jugar todas sus cartas a una, sabiendo lo imposible que sería para él controlarse una vez estallase.

Independientemente del momento en que ocurriese.

Era precisamente eso lo que le hacía aguantar la retransmisión, su fortaleza. Enfocaron entonces la entrevista de Nolan, el momento en que el chico "mintió" diciendo que no estaba enamorado de Cynthia para después demostrar todo lo contrario.

"Tenemos que ir al banquete, enfrentarnos, y Cynthia debe sobrevivir."


El vencedor no supo porque mostraban aquella escena ahora, escuchó las palabras entusiastas de Caesar sobre el sacrificio del chico del ocho, de cómo le ayudaba a escapar del incendio para que viviese. El incendio creado por Sean, el villano.

Villano.

Por más que lo intentase no podía evitar que la palabra le chirriara en los oídos, sabía que aquello ocurriría, que el Capitolio haría lo que fuese para destruir la reputación que el chico había conseguido durante los juegos. Pero eso no quitaba que el asunto le enfureciese. Si Sean estaba loco no era su culpa.

Apretó los puños mientras pasaban el resto de las entrevistas, nueve, once, doce,... Para cuando llegaron a la arena la mano de Jared se posó sobre la suya.

– ¿En qué piensas?–Le susurró el vencedor del distrito ocho. –¿En los juegos? –Asintió. –¿Todavía te culpas?

Finnick negó con la cabeza.

–Voy a decirte una cosa, Jared, un secreto. Yo, en realidad, al contrario de ella. –Señaló a Cynthia sobre el trono, la cual apartó la vista cuando mostraron la forma brutal en que William golpeaba al chico del tres y su compañera. Su estrategia. Para luego no levantarla del suelo hasta que pasó el baño de sangre. –Al contrario de todos ellos. –Ahora se refería a los tributos que habían sobrevivido al baño. Los profesionales, Cynthia, William, Sean... El tiempo que les dedicaban era incalculable. Y luego Jack, Cris, Nolan, y los demás. – Nunca tuve elección.

Y agachó la cabeza, cabizbajo, mientras una de sus manos bajaba al bolsillo de su traje acariciando un obsequio que consiguió entregarle su amigo, para devolverle la esperanza tras la muerte de sus padres, una brillante caracola de cristal...

– ¿Qué quieres decir?–Inquirió Jared observándolo con curiosidad, la retransmisión seguía, el recuento de víctimas, su descanso, la caza del chico del distrito diez. Los puños de la vencedora se apretaban mientras observaba a William disfrutando de la lenta muerte del chico, a manos de Miller. Todo era por hacerla ganar, decía el Capitolio, pero, ¿realmente valía la pena?

¿Realmente valía la pena vivir cuando el precio de la victoria era renunciar a algo todavía más preciado? La libertad, el don de decidir qué entregar o no al Capitolio, a cambio de ser feliz.

En su caso había sido su cuerpo. Algo prácticamente inaceptable para él.

– La verdad, Jared. – Susurró, de forma inaudible.–Sean siempre estuvo loco, lo sabía de sobra. Sabía que la mínima herida podría desatar una auténtica tormenta en él. Lo hizo durante la Gira de la Victoria de los Sexagésimo Segundos Juegos del hambre, un incendio, una revolución... –Aquellas palabras hicieron que el vencedor del distrito lo observara, como mucho, aterrado. –Y yo, al morir, sería una de ellas.

– Resumiendo, ¿realmente lo hiciste por él?–Señaló al tributo del distrito cuatro en la segunda noche de la arena, el cómo sonreía siniestramente observando aquellas hojas, su mirada de villano. – Porque sabías que había una gran probabilidad de que, si no vivías, él... –Tragó seco, incapaz de continuar, mientras en la televisión mostraban el ataque del muto a las chicas del distrito once y ocho, aquel era uno de los momentos favoritos del Capitolo, lo sabía de sobra. El ataque y como todo se había coordinado para que se destapase la alianza encubierta de Sean y Nolan, iniciando la tormenta.

"No pienso repetirlo, Nolan."

– Hiciese un desastre. –Completó Finnick la frase, más que derrotado. –Nunca tuve elección, no desde el momento en que nos conocimos. Sean siempre fue mi mejor amigo, mi perdición, sabía que tenía que luchar con todas mis fuerzas por volver. Me costase lo que me costase. Y era obvio que con catorce años no podía jugar a ser el más fuerte, ¿verdad?

Jared asintió mientras el Capitolio volvió a enfocar el rostro de Sean en otro momento de locura, el ataque del lobo y, después, cuando le apretó fuertemente aquella gasa. Su sonrisa de villano...

Fácilmente comprendía que el vencedor del distrito cuatro estuviese tan tenso, no solo había perdido a Sean por su propia estupidez, el creer que una persona como él escaparía fácilmente del yugo del Capitolio. Sino que el chico se había quebrado en plena arena, siendo reducido a poco más que un loco, tal y como lo estaban mostrando ahora.



Finnick siguió acariciando la caracola frenético, perdido ahora entre sus recuerdos, aquella noche cuando, no mucho después de perder a sus padres, se dejó derrotar por la apatía y la tristeza, alejándose de todos, su mentora incluida. Rehuyendo como podía, tanto las pesadillas de la arena, como aquellas en las que su familia le reprochaba su decisión, independientemente de que ellos también se hubiesen condenado al decir a los periodistas que era demasiado joven para siquiera tener novia. Lo defendieron...

Pero incluso así la culpa no lo dejaba en paz, quizás Sean tuviese razón, quizás perdiese a sus padres de todos modos por apartarse de Ellia, negarse. Pero eso no quitaba que decirle al presidente, por teléfono: "¡No pienso ceder!" Era un auténtico desafío.

Un desafío que se merecía un castigo más que brutal.

Brutales, así habían sido las muertes de sus padres, un horrendo accidente mientras él ayudaba a la gente en el mercado. Sus cuerpos caídos y aquella rosa blanca teñida de sangre...

Por eso lloraba entonces, por sus muertes, el recuerdo que lo atormentaba aquella noche, su pérdida, cuando llamaron a su puerta.

Y se encontró de nuevo con aquellos ojos verde mar que lo perseguían con algo parecido a la fascinación, desde que había cumplido catorce años, más ahora que era un vencedor.

¿Annie?–Articuló, confuso. – ¿Qué haces aquí? Es de noche. – La chica enrojeció al instante y al vencedor le pareció adorable. Una niña loca por él, así era Annie Cresta, entonces.

S-solo recordarte que no estás tan solo como crees.–Susurró y le entregó algo, aquella caracola que brillaba entre sus manos. Preciosa, a la par que ella. – Esto es para ti, de parte de Sean.

Sean...

Fue él quién le dió el valor de seguir luchando por aquel entonces, su regalo, la caracola, la cual contenía un mensaje.

"Sé fuerte Finnick, recuerda que decidas lo que decidas siempre te apoyaré."

No sabía por qué Sean se aprovechó de Annie, así, de qué la conocía,... Pero el mensaje estaba claro. No estaba solo, le hiciera caso o no al presidente entonces, él estaría con él...

Así que eligió seguir adelante un poco más, confiando en que el Capitolio no supiese lo suyo con Sean y, aún en el caso de que sí, no se atreviese a elegirlo. Podía desbancarlo todo.

Pero, obviamente lo había subestimado, el Capitolio siempre obtenía lo que quería, de un modo u otro.

Y para entonces lo querían a él, a todo precio. Así que escogieron al chico y lo lanzaron todo, su perdición y la del Capitolio.

Porque en el momento en que Sean advirtiese que hiciese lo que hiciese nada cambiaría, peor todavía, su salida sería mucho peor que su muerte, por ella, Giannira,... No vacilaría en desbancarlo todo.



Finnick sacudió la cabeza, intentando centrarse, era mejor que dejase de pensar en el pasado, en lo que no podía cambiar, la sucesión de hechos que le habían llevado a ese momento, debiendo ceder, primero por Sean, por ayudarle. Y luego, tras su muerte, por Mags, su mentora, aquella que lo había ayudado tanto antes como después de la arena. No podía rechazarla ahora, necesitaba alguien de su lado y la mujer siempre había sido alguien dispuesto a ayudarle en todo lo que necesitaba.

La necesitaba a su lado.

Aparte, estaba el tema de los secretos, lo que quería Sean de él, no podía desviarse si quería descubrirlo todo sobre el Capitolio, no hasta que fuese demasiado tarde y hacer algo contra él fuese tan perjudicial como no hacerlo.

Por ello era mejor que dejase de rememorar el pasado, que lo olvidase, sobre todo al misterio que concernía a aquellos ojos verde mar.

Era mejor que no pensase en enamorarse de nadie tras estos juegos, no le convenía dado su papel en el Capitolio, su misión, convertirse en la perdición de todos y así desbancarlo todo en el momento adecuado.

Sin, embargo, con el tiempo, tanto el Capitolio como el vencedor de los Sexagésimo Quintos Juegos descubrirían que había elementos que escapaban a su control...

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Primera parte de la retransmisión, intenté recortarlo lo más posible, pero había partes necesarias para comprender el enfoque e impacto de los juegos. ¿Ahora comprendeís por qué están Cynthia y Sean frente a frente en la portada? Son la cordura y la locura subsistiendo , el protagonista que ansia vivir y el antagonista que quiere tumbarlo todo. O al menos así lo hace ver el Capítolio ahora. Sigo conectando cosillas, entre ellas la conexión entre Finnick y Annie, un acto altruista, importante, pero no transcendental, he decidido mantenerme en el canon en que él no la amó al momento sino que poco a poco se abrió paso en su corazón. Y estos pequeños actos pudieron ser una buena forma, pero eso ya se explicará en El color de la Locura, la historia conectada a esta, desde el punto de vista de Annie. Espero que os haya gustado el Capítulo y nos leemos el martes que viene :D

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