Tributos

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Epílogo: La impulsora de un nuevo juego

Quisiera pedir perdón por no publicar, pero lo cierto es que lo hice adrede ya que los martes estoy bastante ocupada con clases mañana y tar...

domingo, 20 de marzo de 2016

Capítulo 34: Las líneas del juego.

Este va a ser el último Capítulo hasta dentro de no sé cuanto tiempo, , ¿por qué? Veréis,  llevo un tiempo sin ser capaz de escribir ni una linea por falta de tiempo, inspiración ganas o ya no sé. ¡Es frustrante! Estoy pensando pausarla de nuevo hasta conseguir cinco o seis capítulos seguidos. Ya veré. Por ahora disfrutad del Capítulo.

Capítulo 34: Las líneas del juego




No pudo preverlo. Ciertamente, nadie podía, pero para él, William, mejor alumno de su academia y tributo clasificado como él más peligroso de los juegos, era indignante. No podía creer que por un minuto, un solo minuto, hubiese creído que Sean no haría aquello. Qué no esquivaría al lobo con el que luchaba, cuando penetró en aquel corredor de árboles, en donde se hallaban él y los demás profesionales. Que simplemente lo mataría, era tiempo. Pero en lugar de eso el chico se había apartado hacia un lado con elegancia, dejándolo como espectador perplejo con la artimaña. Y esa bestia había aterrizado sobre él con tal fuerza que lo había tumbado, clavándole, en el mismo momento, una de sus garras hasta el fondo. Retuvo un grito mientras que la bestia gemía y chillaba por sus heridas, intentando ahora arrancar la garra del hombro del chico. Pero entonces uno de los discos cortantes de Miller aterrizó en su cuello, dándole la muerte, a la par que la chica gritaba su nombre, algo asustada.

– Estoy bien. –Insistió William fingiendo seguridad, en cuanto la tributo del distrito dos se situó junto a él. Su voz salió algo débil a causa de que el lobo muerto aun le aplastaba el pecho. Debilidad que se fue en un tirón, a la par que Robin y Sean lo retiraban de encima suya. Miller les fulminó con la mirada al ver la mueca que hacía el rubio, cuando esa maniobra hizo que la garra se retirara de su cuerpo de golpe. Suspiró aliviado.

Con sus manos sobre el pecho del animal Robin pudo apreciar cada una de sus heridas hasta que él y Sean lo tumbaron de lado, no sin soltar algún que otro quejido por el esfuerzo. Pestañeó observando con atención los trazos que habían dibujado las hojas de las hachas, no sabía por qué le sonaban familiares. Sean recogió sus armas y sonrió situándose a su lado.

–Bueno, ¿qué opinas?–Le preguntó. –¿Mutación o creación propia?–Robin se rió mientras que William arqueó una ceja, desconcertado por el comportamiento relajado de esos dos, finalmente el chico del dos dijo.

–Ni idea, pero apostaría por mutación. Me parece más sencillo cambiar algo ya hecho, que crearlo de la nada. –Sean asintió, mientras que el chico del dos aún seguía observando a la criatura, ahora abriendo los ojos algo incrédulo. Pero, antes de que pensara en desvelar nada, un intenso quejido les interrumpió. William había intentado levantarse apoyándose en sus dos brazos, olvidando por un momento la herida de su hombro, que respondió al instante causándole un intenso dolor. Sean lo observó alarmado e intentó acercarse, cuando Miller se interpuso.

–¡No le harás más daño! –Lo defendió pero William negó con la cabeza, apartándola dócilmente con el brazo sano.

–Dejalo Mill, sabes que no ha sido su culpa. –Siguió con la tarea de levantarse, para la cual el chico del cuatro le tendió su mano a la par que con la otra buscaba algo en su mochila. –¿Qué pasó?–Le preguntó y entonces recordó el cañonazo que había sonado hace poco. –¿Quién ha muerto? ¿Nolan?–Pronunció la última palabra con ilusión, Sean suspiró.

–¡Ojalá!–Dijo tiñendo su voz de fastidio. –Llegué y estaba Nolan luchando contra esa cosa. –Señaló el lobo con la cabeza, al cual Robin aún seguía estudiando sin razón aparente. –Prácticamente me lo tiró encima. –Se quejó y sacó una gasa de la mochila, ante la mirada sorprendida de William y Robin. Ninguno de los dos había pensado en eso. –El cañonazo debió ser por la chica del once, la vi tirada en el suelo nada más llegar.–Las imágenes del cielo le dieron la razón, y a William se le escapó un quejido cuando Sean presionó la gasa demasiado fuerte contra su herida. Provocando una sonrisa tan efímera en el rostro de este, que William se convenció de que se la había imaginado.–Perdona, esto se me da fatal. –Se disculpó y William asintió mostrando comprensión.–Sostenla tú, ¿quieres? No paras de sangrar. –Añadió y él le lanzó una mirada sarcástica, . “¡No me digas!” pensó sosteniendo la gasa tal como él le indicaba. –Tampoco sé hacer vendajes.– Probó a intentar caminar solo, y lo consiguió. Le dolía todo el cuerpo, pero apenas tenía nada grave, aparte de aquel hombro. Solo cansancio y debilidad.

–Cynthia sí sabe. –Articuló William. –Desde la vez que la vi consolando a un niño herido en nuestro distrito estuvo detrás de nuestra médica para que le enseñase algunas cosas. Coser, vendar, preparar remedios...–Una sonrisa se deslizó por todo su rostro mientras recordaba a su novia, había sido en ese momento que se había enamorado de ella. Su dedicación, su bondad, su altruismo por y para los demás...Era tan irreal, tan distinta de todos, tan...Perfecta.–Creo que no le importaría ocupar su puesto cuando ella muera. Es muy buena persona. –Dicho esto, los profesionales comenzaron a caminar de vuelta a la Cornucopia, concretamente hacia una zona estrecha donde la pendiente era menos inclinada, permitiéndoles así subir, sin tener que escalar.


Cashmere arqueó una ceja al ver la rápida sonrisa de Sean, ese brillo en los ojos... Era demasiado parecido al que le había visto cuando el lobo lo hirió, y aquello comenzaba a darle mala espina. El Capitolio emitió un “Ooooh” de ternura al ver la sonrisa tonta de William y Evans sonrió, las apuestan habían subido como la espuma después del beso de despedida y ahora aquello... Podría conseguir un remedio potente. Cashmere por su parte se acercó a Finnick, mientras los comentaristas aprovechaban aquel instante de tranquilidad para debatir lo ocurrido en las recientes horas. Las imágenes se alternaban entre el momento en que Jack y Maika sellaban su alianza, y cuando Sean acudió para salvar a Nolan. Al Capitolio le encantaba ese momento y, por la mirada que le dedicaba el vencedor a la pantalla, Cashmere apostaba que a Finnick también. Se situó a su lado.

–Te van a marear a preguntas, ¿sabes?–Sonrió de una sonrisa sabia y maliciosa, mientras el chico viraba sus ojos azul mar hacia ella. –Ha sido un golpe muy arriesgado por parte de tu tributo. Me pregunto cuanto le durará esa suerte que tuvo ahora. –Finnick rió.

–Bueno...No creo que Jared reste indiferente a este asunto, al fin y al cabo Nolan es su tributo. Entre los dos conseguiremos la respuestas que necesiten. Pero gracias. –Hablaba con una alta seguridad, mientras la desafiaba con la mirada, tanto que ella apartó la suya rodando los ojos, justo cuando una ligera e impaciente llamada a la puerta de la sala les interrumpió. –Hablando del rey de roma...–Comenzó Finnick citando un viejo proverbio cuando Jared asomó por la puerta. La chica suspiró, mientras que él más reciente vencedor del distrito ocho comenzó a hablar:

–Disculpen, ¿puedo robarles a Finnick un segundo? –Todos los mentores profesionales se viraron hacia ellos, intrigados –Necesitamos discutir estrategias.–Cashmere volvió a rodar los ojos al ver que Finnick soltaba una baja carcajada por la entrada del mentor del distrito ocho y asintió, mientras que el mentor del distrito cuatro se separaba de su lado, pero antes de hacerlo del todo le susurró.

–Yo no llamaría suerte a lo que acaba de pasar, mi tributo es muy hábil. Y si es capaz de hacer eso a un muto del Capitolio... –Señaló el lobo tumbado que mostraba ahora la pantalla principal. Los comentaristas estaban algo anonadados con lo ocurrido, quizás se esperaban otro final, o que el muto provocase más muertes, a saber.–Imagínate uno de sus compañeros concursantes. Sus aliados tienen bien cuidado de no enfadarle, puede ser terrible si se lo propone. –Ante la sorpresa y miedo de los ojos azules de la vencedora del primer distrito, mientras observaba fijamente al tributo del distrito cuatro, a través de la pantalla, Finnick se permitió sonreír con auténtica satisfacción, antes de partir a reunirse con Jared fuera de la sala del distrito uno. Pero una vez allí se apoyó en la puerta, con una mano sobre las sienes y su buen humor cayendo en picado. Jared arqueó una ceja.


–¿Estás bien? –Le preguntó con auténtica preocupación, el chico asintió. –Es por Sean, ¿verdad? –Otro asentimiento. –No te preocupes, yo tampoco había previsto esto, tengo ganas de abofetear a Nolan y ni siquiera puedo...–Se quejó, Finnick suspiró.

–Dímelo a mí. Sean es un imprudente y un irreflexivo. –Declaró. –Siempre lo ha sido. Pero ya no está en su distrito, sino en la arena, donde no están, ni sus padres, ni Matt, ni yo, para sacarlo de todos los entuertos. Ojalá pudiera hacérselo entender. –Casi exclamó con rabia y soltó su cabeza poniéndose recto, no contaba las imprudencias de Sean en el distrito, se merecía bien su sobrenombre. Nada lo asustaba, nada lo hacía tener cuidado, menos si se enfadaba. Jared lo observó algo intrigado y preguntó:

–¿Quién es Matt?–Finnick se quedó en blanco, se le había escapado el nombre sin querer. Matt era el líder de la única organización rebelde que tenían en el distrito cuatro. Eran pocos pero se organizaban bien, el incendio del edificio de justicia en la gira de los sexagésimo segundos juegos del hambre, había sido gracias a ellos. Sean inició el fuego, ciertamente, pero de no haber sido por la organización, (que en aquella época era mucho más numerosa), seguramente ni habría llegado al interior del edificio. Ni habría sobrevivido, de no ser por la protección y sacrificio del que era, por aquella época, líder del grupo, Zachary Leinor.

Pero, obviamente, aquello no podía decirlo en el Capitolio. No era para nada un lugar seguro para hablar de rebelión.

–Un amigo suyo.–Dijo simplemente, el vencedor del distrito ocho arqueó una ceja pero asintió. –Bueno, ¿Tú sala está libre o vamos a la mía?–Preguntó, seguían teniendo pendiente diseñar un plan, ahora más que nunca ya que había quedado evidente, entre ellos, que ninguno de los dos sabía nada de los juegos de su tributo.

–Lo está. Blight. Haymicht, y ahora Cecelia, están alojados en la sala del distrito siete, junto con, imagino, la mentora del distrito nueve. No es que me fíe mucho de esa alianza, pero ya no es asunto mío.–Se encogió de hombros. –Sin embargo creo recordar que la tuya está más cerca así que: cuatro. No es que importe mucho de todos modos. –Finnick Odair sonrió ante sus palabras y lo guió hasta la sala del distrito cuatro, abriéndola con naturalidad. Como era de esperar, no había nadie dentro, estaban solos. Jared paseó la vista por la sala mientras que el chico encendía una de las pequeñas pantallas de la sala y, con los códigos necesarios, pasó a la retransmisión de los juegos del hambre. Finalmente dijo.

–¿Estás seguro de no tener ningún plan acordado de antemano con tu tributo? Ayudaría. –Expresó, el vencedor del distrito cuatro sonrió.

–No del todo, pero ahora sé como captar los planes tras su juego. Observa. –Con unos toques la imagen retrocedió al lobo y aquella batalla, captando de cerca las heridas que le dejó Sean en el proceso. Y comenzó a hablar. –Aunque no lo parezca tras las cámaras, la amistad de Sean y yo nunca fue bien vista del todo en nuestro distrito. Eramos de clases diferentes, con un nivel económico totalmente dispar y una suerte aun más desproporcionada. Sean es un privilegiado, nunca tuvo ni necesitó teselas. Le sobra el dinero y también el prestigio, la mayor parte conseguido con las ganancias de su familia. Yo por por mi parte estaba entre las familias más humildes de mi distrito, antes de ser vencedor, aunque nunca me consideré pobre del todo. No era aconsejable que nos viesen juntos, y a menudo ni siquiera podíamos hablarnos en público. La prueba está en que ni tú, ni el Capitolio desde luego, supo de nuestra amistad hasta su entrevista. –Jared asintió, debía admitir que le había parecido realmente sorprendente la historia en su momento, pero después de conocer un poco a Sean, de verle en la arena... Hasta le parecía lógica aquella relación tan intensa. –Diseñamos nuestro propio método de comunicación a base de señales que unicamente nosotros entendíamos. Era sencillo, a Sean le encantaban los juegos de cualquier tipo. Y coincidirás conmigo en que los juegos del hambre también es un tipo de juego, ¿verdad?–Detuvo la repetición con una sonrisa maliciosa, ahora podía ver el lobo tumbado, tal y como lo dejaron los tributos cuando lo apartaron de William. Jared pestañeó, casi al mismo tiempo que lo había hecho el tributo del distrito dos, en la retransmisión.

–Espera... Intento comprender. –Lo frenó el mentor aun un poco confuso. –¿Sean está utilizando los juegos para comunicarse contigo? ¿Cómo?–Finnick rió.

–Jugando por supuesto. –Dijo con una sonrisa inteligente. –Utiliza la actuación, el juego a ejercer, como un modo de conseguir sus objetivos, sin desvelarlos del todo. Y a la vez me los comunica, ya que sabe que solo yo puedo ver la verdad tras sus juegos, lo que quiere decir...–Retrocedió a la imagen de Sean lanzando aquellos tres cuchillos, aquel rayo... Y su voz se fue convirtiendo en lo más parecido a un susurro a la par de decía.–Caesar y Claudis se han pasado, desde ese momento, hablando de los sexagésimo segundos juegos del hambre y Denalie Cresta. Pero se han olvidado de que ella no fue la única tributo caída en aquel juego. Tú lo sabes, ¿verdad? Fue una de las muertes más impresionantes que se vieron en la historia de los juegos del hambre. –El vencedor del distrito ocho tragó seco, comprendiendo. Aquellos juegos habían sido especialmente crueles con el distrito cuatro: la chica murió abrasada y él... Aun recordaba sus gritos mientras aquel muto le torturaba. Aquellas marcas que le dejó... Volvió a pestañear y amplió la vista hasta ver de cerca las heridas del lobo. Eran casi idénticas.

–Y yo que pensaba que tú eras peligroso. –Murmuró el hombre riéndose por lo bajo, Finnick también rió y volvió a poner la retransmisión donde estaba antes de que se pusieran a hablar de Sean. –Bueno, sabiendo esto, ¿qué le diremos a los periodistas cuando nos pregunten? Lo mejor sería conseguir una entrevista en conjunto donde entre los dos podamos construir una historia creíble. ¿Mostrarles, ¿el qué, por cierto?– El más reciente vencedor le mostró una amplia y feliz sonrisa, era tan fácil...

–Lo que ellos creen que hay realmente. –Contestó sereno. –Una alianza encubierta. Sean puede ser muy leal si se lo propone, dudo mucho que traicione a Nolan después de casi salvarle la vida...–


Cynthia observó la imagen de la chica del distrito once con pesar y alivio al mismo tiempo. Al menos no era alguien que conociera. Lo hacía más llevadero. Apenas llevaba dos días de juegos y las víctimas del baño de sangre ya habían comenzado a atormentarla en sueños, especialmente aquellas que había matado William. No conseguía quitárselas de la cabeza, su miedo, sus gritos, el como la culpaban porque William mataba por ella... Sabía que si quería sobrevivir lo menos que podía era culparse, tenía que luchar, pero no podía evitarlo.

Justo en ese momento oyó un grito agudo y fácil de reconocer, Giannira. Se precipitó a la tienda de la chica, alarmada, pero lo único que encontró fue a la tributo del distrito cuatro sentada en cuclillas, el rostro pegado a las rodillas y casi temblando. Hizo un reconocimiento visual, no había nada extraño en la tienda, ¿qué le pasaba a Giannira?

–¿Estás bien?–Le preguntó, preocupada, desde la entrada. –¿Qué ha pasado?–Giannira levantó la cabeza y asintió.

–Nada, solo una pesadilla. –Respondió, seguidamente soltó una carcajada amarga a la par que situaba su cabeza sobre sus rodillas. –Debes de pensar que soy una patética profesional.–Comentó, Cynthia negó con la cabeza.
–Yo también las tengo. –Afirmó. –Por eso prefiero hacer guarda a dormir. –Le explicó, aquella noche Giannira se ofreció a hacer turno doble pero ella se negó, alegando que sabría actuar si alguien penetraba en la Cornucopia. Ahora veía la autentica razón de la petición.

–Ya. –Dijo Giannira y se levantó intentando peinarse un poco con los dedos. –¿Ha pasado algo mientras dormía?–Interrogó, Cynthia asintió.

–La chica del distrito once ha muerto. –Giannira hizo una mueca al oírlo, murmurando algo que sonó como “irónico”. Hace una noche acababa de ayudarla y ahora se moría. Los juegos se burlaban de ella. –¿Quién crees que ha sido?

–O qué...–La corrigió Giannira. –Recuerda lo que te dije, solo los tributos que dan un buen espectáculo sobreviven. Debí imaginarlo, cuando la encontré no hacía más que temblar y huir. –Se encaminó a la salida, Cynthia encanando los pasos tras ella. Poco a poco se estaba acostumbrando a las alturas, era necesario si debía sobrevivir, aunque seguía sin estar a favor de acercarse sola al borde. No podía mirar abajo, le entraba pánico.

–Entonces es cierto. –Cercioró Cynthia, situándose a su lado. –La ayudaste. –Giannira asintió deteniéndose, algo arrepentida.

–Vi a Miller torturando a ese chico. –Reveló en voz baja, como si fuera algún secreto, lo mismo que los demás profesionales habían comentado al volver de la patrulla la primera noche. –Tenía tanto valor...–Suspiró cerrando los ojos y siguió hablando. –Por más que ella le torturaba, él no gritaba nunca. Se mostraba fuerte, sin suplicar. –Explicó y luego se estremeció, virando la mirada hacia Cynthia, algo melancólica. –No pude soportarlo, Cynthia. –Susurró. –Esa chica me da miedo. No debería pero lo hace. Y al ver aquella chica tan asustada ahí arriba, mirándonos... No pude evitar ayudarla. No soportaría que la torturasen también, no quiero tener sus gritos en mi mente para siempre. –Explicó, Cynthia le sostuvo la mano tan sorprendida como comprensiva. Creía que nadie aparte de Nolan la entendía en esta maldita arena, y estaba viendo que Giannira sí.

–Te entiendo. –Expresó. –Yo tampoco lo soportaría, aunque deba. –Se quedó pensando en lo violento que se estaba volviendo William en la arena, ¿tendría ella también derecho a una escena así? ¿Su chico torturando vilmente a otro tributo? Esperaba que no.

Giannira soltó otra risa amarga.

–Cierto, no envidio para nada tu situación, angelito. –Otra vez volvía a burlarse, la fulminó con la mirada, algo indignada, pero no dijo nada. Justo en ese momento los otros profesionales aparecieron ante ellas, y William estaba herido...

–¡William!–Gritó y corrió a junto de su novio, preocupada, mientras Giannira negaba con la cabeza, casi riendo. –¿Qué le ha pasado?, ¿Estás bien?–Le susurró lo ultimo, acariciándole la cabeza, a la par que ayudaba a Sean a llevarlo. En algún punto del camino William había tropezado y su aliado no dudó en acudir junto a él, para ayudarlo. El chico sonrió con ternura.

–¡Ha sido él!–Protestó Miller señalando a Sean con el dedo, este la fulminó con la mirada.
–¡Sabes que no!–Replicó sin pestañear, Cynthia observó las heridas de su novio, preocupada, y asintió.

–Te creo. –Reveló sin un ápice de duda. –Es imposible que una de nuestras armas haga esas heridas. –Miller soltó un juramento, en voz baja, e iba a replicar cuando William abrió la boca, revelando una sola palabra.

–Lobo. –Soltó un quejido y culminó por sentarse en el suelo. Permitiendo así que Sean lo soltara sin peligro. Cynthia asintió quitándole la gasa del hombro. Estaba empapada en sangre. –Ha sido un lobo quién nos atacó. Él... –Intentó hablar, pero Cynthia negó con la cabeza diciendo algo parecido a “guarda fuerzas” con los labios, y le pidió a Giannira que le trajese el botiquín de la Cornucopia. Suspiró derrotado por la extrema preocupación, nacida del amor, de su novia, pero calló. Y Robin siguió la historia.

–Estábamos de patrulla en el bosque cuando oímos gritos. Al principio pensamos en ignorarlos, estamos aquí para cazar, no para ayudar. –Explicó. – Pero Sean dijo que era demasiado pronto para que los vigilantes hiciesen una matanza. Así que acordamos que uno iría ver lo ocurrido, y él se ofreció voluntario. –Miró a Sean, algo sorprendida, pero este se limitó a asentir, cogiendo lo que le tendía Giannira para limpiar y desinfectar sus heridas. Lo mismo que estaba haciendo Cynthia con la de William, desde que recibió el botiquín. Robin le pasó la palabra, y él contó.

–Nolan estaba allí, al igual que la chica muerta, que apareció en el cielo. Había un muto, una especie de lobo enorme que utilizó para escapar, mandándolo tras mía. No podía vencerlo solo así que retrocedía a la par que luchaba. Y en medio de la contienda no me fijé si había alguien detrás, hasta que lo esquivé y me viré. Pero para entonces ya había aterrizado sobre Will. –Hizo una mueca, mandándole una mirada de disculpa al chico, que quiso encogerse de hombros pero Cynthia no le dejó, demostrando así que no importaba. –Miller lo mató. –Cynthia los observó algo sorprendida.

–¿Nolan hizo eso?–Interrogó, no podía creerlo, sabía que Nolan estaba allí para sobrevivir, al igual que todos. Pero, en serio, ¿qué le había hecho Sean para que dejase que un muto le atacase? ¿No había otro modo de huir?

–El chico del ocho no es tan angelical como crees. –Dijo William, visiblemente cabreado, y se encogió cuando Cynthia comenzó a pasar el alcohol sobre sus ya limpias heridas, sin siquiera avisarle. Desde donde estaba, Sean sofocó una carcajada burlona y Giannira le dió un codazo suave, reprochándole su actitud. Seguidamente dijo, en voz baja.

–Dime, ¿en verdad Nolan te tiró un lobo encima?–Parecía tan preocupada como incrédula, el chico sonrió respondiéndole con otra pregunta, en el mismo tono de voz.

–¿En verdad lo que viste la primera noche era solo una ardilla?–Giannira sofocó una carcajada, mientras que Sean daba unos pasos hacia la pareja de tributos del distrito uno. Sus ojos se enfocaron en las heridas de William, y declaró.

–Está claro que Nolan no tiene un ápice de tonto. No sé lo que pretendían los vigilantes con ese muto, pero ha conseguido virarlo en nuestra contra. Quizás deberías quedarte a descansar con Cynthia, la próxima noche.–Ella enseguida asintió, pero William negó con la cabeza.

–No, quiero matar a Nolan. –Afirmó, Sean negó con la cabeza, crítico, pero no dijo nada.

–¡Estás herido!–Protestó Cynthia acariciando la zona superficialmente, antes de comenzar con el vendaje. Lo hacía con mucha habilidad, casi pasión, una de sus aspiraciones cuando fuera mayor era convertirse en sanadora de su distrito. Ahora ya no podría. William sonrió.

–No te preocupes, querida, estaré sano mucho antes de que te lo esperes. –Elevó la mirada al cielo con una sonrisa. –Al fin y al cabo tenemos muchos patrocinadores, ¿verdad Evans?–Tan pronto como lo dijo un paracaídas cayó del cielo. Sean se rió.

–La paciencia no es tu fuerte, ¿verdad? –Afirmó, a lo que William enseguida asintió mientras Cynthia inspeccionaba el paquete. –Te diré una cosa, os la diré a los dos. –Se corrigió enseguida, poniéndose serio. –Este lugar. –Señaló el entorno de la arena con la mirada, mientras Miller, Robin y Giannira elevaban la atención hacia ellos, atentos. –Es como un plató de televisión, un peculiar concurso en el que todos tenemos un fin. –Cynthia arqueó una ceja al oír la palabra concurso, pero se guardó su opinión por prudencia. No estaban solos en la arena, había todo un mundo capitolino que los miraba.–Vosotros lo sabéis y, después de lo que acaba de pasar, puedo afirmar que Nolan también. No estamos en ventaja. –Negó con la cabeza, ahora centrando sus ojos en William –Deberías pensarlo antes de lanzarte a la boca del lobo, Will. Si te hieres de gravedad lejos de aquí, o mueres, no podrás protegerla.–William arqueó la cabeza con un quejido lastimero, anteriormente habría dicho que aquello no pasaría, pero después de lo ocurrido, no podía afirmarlo. –Aparte, creo que deberíais pasar una noche juntos, os la merecéis. –Terció dedicándoles una sonrisa tierna. William suspiró, aquello no le disgustaba, solo habían pasado dos días desde que durmió con Cynthia, antes de ir a la arena, pero lo echaba de menos.

–Está bien. –Aceptó. –Podrías formar un grupo con Miller y Robin, para ir a buscar tributos mañana por la noche. –Dijo sin pensar mucho en que le cedía el mando a Sean, aunque fuese de un grupo pequeño. El chico era astuto, se lo merecía. –¿Qué dice ahí?–Le preguntó a su chica, que leía las instrucciones del medicamento, con una mirada suspicaz.

–Es una caja de agujas con un cicatrizante muy potente, aunque adormecedor. –Informó sacando una aguja de la caja para observarla, a la luz de su linterna. –Creo que solo hay tres, así que tendrás que tener cuidado de no terminar así a menudo. –Bromeó y el chico sonrió.–Evans, también envió una nota felicitándonos. No sé que se supone que hemos hecho “muy bien”. –Le tendió la nota en la que había solo dos frases de su mentor:

“Creo que esto servirá, es muy fuerte así que cuidado con la dosis ¡Lo estáis haciendo muy bien!, ¡seguid así!”
–Será por el espectáculo que estáis dando con vuestro amor. –Terció Giannira con naturalidad. –¿Puedo unirme al grupo de caza? –Preguntó, Sean enseguida asintió pero Miller la fulminó con la mirada.

–Ella no. –Dijo con terquedad. –¡Es una traidora y lo sabes!–Se viró a William pero este negó, ignorándola.

–Es Sean quién forma el grupo, así que él decide. –Precisó, Sean rió ante la rabia creciente de la chica, precisando que se arriesgaría, lo cual la hizo soltar, aún más enfadada.

–¡Pues yo no! No pienso estar en el mismo grupo que ella y menos a sus órdenes. –Le mandó una mirada iracunda a Sean, quién soltó un bufido. Cuando Cynthia intervino, algo harta de la actitud de aquella chica.

–¡Pues quédate!–Exigió, dejándoles a todos algo perplejos. Había salvado a William, quizás podría considerarla de fiar. –No creo que la arena explote porque estés una noche sin matar tributos. –Miller la observó sin saber que decir, para culminar sentada en el suelo, derrotada por su argumento. –William, te pondré la medicina ahora e iremos a dormir. Creo que lo necesitas, al igual que Sean. Acababa de despertar a Giannira cuando aparecisteis así que creo que puede coger el primer turno de guardia, y después, no sé, quién esté más descansado. –Medio mintió sobre Giannira, hecho que la chica le agradeció con una discreta sonrisa. William la observo algo sorprendido por lo rápido que estaba tomando la iniciativa pero culminó por sonreír asintiendo. Por fin estaba pasando, Cynthia estaba tomando las riendas de su vida como era debido, y aquello le encantaba. La posibilidad de hacerla sobrevivir estaba cada día más cercana.

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