Capítulo 9: ¿Y enemigos?
Cashmere se giró sorprendida.
— Cynthia, ¿qué haces
aquí? Es tarde — dijo mientras se situaba delante del cuchillo que había
soltado, para ocultarlo un poco aunque no servía de nada, la chica ya
lo había visto
— ¿Cómo que qué haces
aquí? ¡Cashmere no me cambies de tema, ¿qué pretendías hacer?! — Cynthia
seguía histérica, en su mente se paseaba la imagen de su mentora
suicidándose ante sus ojos sin que pudiera hacer nada, y aquello la
asustaba mucho, haciendo que se estremeciese sin motivo aparente.
Cashmere suspiró.
— Está bien, te mereces
una explicación. — concedió esta y se agachó para recoger el cuchillo y
guardarlo en otro sitio. Seguidamente salió del baño para luego sentarse
en la cama de la habitación. — Pero debes saber que es una larga
historia y dura. — la miró a los ojos mientras se servía un vaso de vino
de una botella, que estaba depositada delicadamente en la mesilla de
noche. Al hacerlo Cynthia pudo observar que tenía los ojos rojos,
seguramente de llorar fuertemente durante un buen rato. — Muy dura—
recalcó y pestañeó cuando una lágrima surgió de entre sus ojos más no la
apartó, quería hacerse la fuerte.
— No importa, igual
quiero escucharla. — insistió Cynthia decidida y bajó sus ojos hacia la
botella unos instantes. — No irás a hacer como el mentor del distrito
doce, ¿no? — inquirió haciendo que Cashmere se riera unos instantes.
— Tengo más autocontrol
que Haymitch, creo. — dijo mientras se servía otro vaso. — Además no lo
voy a tomar para amenizar la velada es que...— se quedó en silencio y
bebió un sorbo, seguidamente inspiró hondo. — No creo que sea capaz de
contar todo esto sin nada en el cuerpo —confesó.
— Está bien, te la dejo.
— concedió Cynthia. — Pero en cuanto vea que te pasas, ten por seguro
que te la esconderé por el resto de tus días. Estoy segura de que a los
Avox no les importará ayudarme a hacer desaparecer cualquier bebida
alcohólica de nuestra planta. — Bromeó otra vez haciendo que Cashmere
ría de nuevo y se relaje un poco. — Ahora cuéntame. — pidió. Cashmere
apuró el contenido de su vaso y dijo:
— No sé si se me permite
racontar esto pero lo voy a hacer igual, porque es urgente que lo sepas
para no repetir mis errores. Todo empezó cuando salí elegida para los
sexagésimo cuartos juegos del hambre. — y enunciado esto la mentora
comenzó a relatar su historia...
— No creo que sea
necesario recalcar como gané. En cuanto fui dispuesta en ese dichoso
juego, seducí y engañé a todos los tributos que pude. Al principió lo
hacía para seguir la estrategia que mi mentor había dispuesto para mí.
Era la tributo más bella de los juegos y por ello tenía que triunfar,
como una flor en medio de un campo de malas hierbas. Enseguida le tomé
el gusto y lo que comenzó siendo una simple táctica de supervivencia se
convirtió en la manipulación más vil que una persona puede llegar a
realizar. No solo engañaba a mis enemigos sino también mis aliados;
quienes inconscientemente creaban lazos conmigo, que yo rompía en cuanto
veía que ya no me eran útiles. Como si fueran simples peones de un
juego que había creado. Me di demasiado tarde de en lo que me había
convertido, pues para entonces ya estaba en la recta final. Junto a dos
hombres perdidamente enamorados de mí que se enfrentaban como leones por
una hembra. — La mujer inesperadamente comenzó a llorar, recordaba como
ayer ese final. Con el chico del dos y el del uno enfrentándose a
muerte por ella; sabiendo que el ganador no tendría ningún privilegio
salvo el que fuese ella la encargada de darle muerte. Tanto deseaba
ganar la joven.
Cynthia se acercó y armándose de valor la abrazó.
— No te sientas culpable
Cash, sabes que no es culpa tuya. Tu solo querías volver a casa. — le
dijo, pero obvió recalcar de quién era la culpa por si había alguna
cámara del capitolio. No quería buscarse problemas en la arena, pero no
podía parar de escuchar.
— Lo sé. — admitió la
joven secándose las lágrimas. — Pero no puedo evitarlo. Y más cuando ese
fue el tema que lanzaron con el resumen de los juegos. El como la
manipulación y el engaño de una sola mujer llevaron a los tributos a su
perdición. Es peor que si les hubiera matado con mis propias manos,
mucho peor. — volvió a sollozar e inspiró fuertemente. — Y eso no es lo
peor— añadió.
— Ah, ¿no? — Se asombró
Cynthia, pensaba que todo acababa ahí. Que una vez que ganabas los
juegos ya estaba todo terminada. Bueno, evidentemente, aún quedaba la
gira de la victoria y el tener que ser mentora al año siguiente. Pero
viniendo de un distrito donde casi todos los tributos eran
profesionales, entendía que el daño se reducía al menos a la mitad.
— No. — Confirmó
Cashmere y volvió a sollozar a medida que su tono se hacía más bajo,
casi inaudible, obligando a Cynthia a no alejarse de ella para oírla
bien. — ¿Conoces mi leyenda? ¿Lo que en el capitolio dicen de mí? — La
chica asintió, recordaba bien lo que había dicho William sobre ello la
noche del desfile. La cantidad de amantes que se decía que tenía su
mentora. — Pues que sepas que ninguno de esos "amantes" — entrecomilló.
— Es consentido. No me está permitido de ningún modo, rechazarlos— le
susurró casi llorando de nuevo.
Cynthia se tapó la boca de la impresión.
— Pero Cash, ¡eso es horrible! —exclamó. Su mentora asintió.
— ¿Me entiendes ahora? —
preguntó refiriéndose a la situación en la que le había encontrado. —
No es sencillo soportar esta sin hacer alguna locura. — Afirmó
sintiéndose algo culpable — Debes saber que nunca he tenido la intención
de suicidarme. Solo quería quitarme la culpa y el dolor que noche sí y
noche también me atormentan y el dolor físico me ayuda a olvidarme de
ello. Al menos por un instante. — concluyó la joven.
Cynthia se sintió tan
arrepentida por juzgar su acto sin conocer los detalles que le obligaban
a ello; que enseguida se echó a abrazarla en un intento de consolarla. A
cada momento odiaba más y más al Capitolio, hacer sufrir de tal manera a
una joven tan buena como Cashmere... ¿Acaso no tenían corazón, en aquel
lugar?
— Si, debe de ser horrible. —Afirmó. — Siento haberte juzgado.
— No te preocupes, es
normal. — la tranquilizó Cashmere y fue al lavabo a limpiarse la cara
después de llorar. —Por cierto, ¿por qué entraste? ¿Necesitas algo? —
siguió hablando, centrándose ahora más en su papel de mentora.
— No, simplemente... No podía dormir— Cynthia bajó la cabeza, algo avergonzada, pero Cashmere simplemente le sonrió y dijo:
— Yo cuando necesito relajarme, suelo tomar el aire. Ayuda bastante.
— Pero no se puede salir del edificio y menos de noche. — comentó Cynthia.
— Pero sí, salir al tejado. — afirmó la mentora con una gran sonrisa.
— ¿De verdad? — Se ilusionó Cynthia
— De verdad. — aseguró la mentora. —Tú solo sígueme
Dicho esto, mentora y
tributo salieron de la habitación y se encaminaron discretamente por el
pasillo, para no despertar a los otros residentes, hasta llegar al
ascensor.
Allí, la primera pulsó
el botón ubicado más arriba que llevaba a la planta doce y al salir no
tuvieron más que subir unas escaleras ubicadas en un lado hasta que
finalmente llegaron a la azotea.
Allí, una brisa le
alborotó los cabellos a Cynthia quién algo desprevenida llevó la mirada
hacia el frente y a los lados. Desde allí se podía ver el capitolio en
todo su esplendor, con sus luces y edificios, un lugar, lleno de vida,
incluso de noche.
— Es hermoso. — dijo ella con sinceridad, admirando todo lo que veían sus ojos.
— Sí. — Confirmó
Cashmere. — Hermoso y silencioso. Suelo venir aquí cuando necesito estar
sola, o tranquila con alguien en particular. En este lugar no hay
cámaras y de haberlas el sonido del viento es lo suficientemente fuerte
para que no nos oigan desde lejos, nos permite hablar con tranquilidad. —
Todo esto lo dijo mientras se sentaba en el tejado y cerraba los ojos
un momento, seguidamente invitó a Cynthia a sentarse a su lado. Pero
cuando esta lo hizo una pequeña vibración vino a interrumpirlas.
Sobresaltada, la tributo
miró a sus lados encontrándose con que el tributo del ocho estaba a
unos cuantos metros de distancia tirando una piedra al vació que no
hacia más que rebotar en una barrera invisible, (causando la vibración
que ella había oído hace unos instantes), para luego ser atrapada por su
mano y lanzada otra vez. Parecía melancólico.
— Es un campo de fuerza. Evita que los tributos "caigan"
al vació. Según me contaron se instaló en los segundos juegos del
hambre, después de que una chica desesperada se tirara, encontrando una
muerte rápida y segura. Creo que pertenecía al distrito cinco, pero no
estoy segura. Son solo rumores. — dijo Cashmere, adivinando la pregunta
que tenía la joven en su mente.
— ¿Y ese campo como es de fuerte?, ¿se podría destruir? — preguntó Cynthia.
— De ningún modo, son
muy resistentes. De hecho, en los quincuagésimos juegos del hambre
aplicaron el mismo sistema de ese campo en la arena y Haymitch pudo
tirar dos piedras, una tan pequeña como esa y otra el doble de grande. —
informó la mentora.
— Siempre me pregunté
como ganó él los juegos. No parece muy fuerte y su distrito siempre es
el más desfavorecido. Aunque claro yo no lo conocí en su pasado ¿Por qué
no se retransmiten más a menudo sus juegos? El primer vasallaje del
veinticinco es emitido al menos una vez por año en la tele local. —
Comentó Cynthia.
— Porque el modo en que
ganó Haymicth fue un claro desafió al capitolio. Utilizó el campo de
fuerza a su favor, convirtiéndolo en un arma que le permitió hacer
rebotar el arma de su contrincante, y conseguir la victoria. Los
vigilantes no tenían planeado eso, el campo de fuerza solo estaba para
lograr que los juegos fuesen más crueles que nunca. — Confesó Cashmere y
Cynthia se tapó la boca sorprendida y asustada a la vez, desafiar a los
vigilantes en los juegos equivalía a desafiar al capitolio, y aquello
era una clara sentencia de muerte; ya fuese en los juegos o en otro
momento.
— Eso ha sido muy
imprudente, de no ser el ganador oficial de los juegos, estaría muerto. —
susurró la joven con voz serena, una vez asumido el relato de su
mentora.
— Sí y lo pagó con
creces. Al llegar a su distrito no le quedaba nadie querido con quién
compartir la victoria. Su familia había sido asesinada, al igual que su
novia, y sus amigos más fieles. Es el precio a pagar cuando no sigues
sus reglas. — Le explicó la mentora, con una pequeña pizca de rencor en
la voz.
— Pobre Haymitch, ahora entiendo que ande siempre borracho.
— Sí... — confirmó la
mentora pensativa y se instaló un largo silencio entre ellas, durante el
cual Cynthia volvió a observar a Nolan de reojo más no dijo nada, solo
lo miró.
— Puedes acercarte a él,
si quieres, no te vendría mal tener algunos amigos en la arena aparte
de los profesionales. — Aconsejó Cashmere, viéndola observar al tributo
tan atentamente.
— No creo que sea
conveniente. William y él se llevan a matar y ya sabes lo que opino
sobre encariñarme con otros tributos. — opinó Cynthia entonces. Cashmere
se encogió de hombros.
— Tu misma. — replicó
con naturalidad y se encogió de hombros, para luego bostezar un momento,
y añadió. — Me voy a intentar dormir algo, creo que deberías hacerlo tú
también. — Se levantó y antes de partir le dedicó una sonrisa hermosa y
sincera, casi maternal. — Buenas noches.
— Buenas noches. —
contestó Cynthia y su mentora se fue. Cynthia desvió la mirada viendo
que el tributo del ocho también se iba cuando él, inesperadamente, le
sonrió...
Al día siguiente,
William se levantó totalmente espabilado, le había sorprendido no oír a
Cynthia gritar pero supuso que poco a poco la joven ya estaría
librándose poco a poco de las pesadillas, y afrontando la realidad que
le venía encima ahora que era tributo de los juegos del hambre al igual
que él.
Se preparó con
serenidad, él ya sabía de antemano como actuar, se había estado
preparando para ese momento desde hace tiempo aunque nunca lo habría
imaginado así. En cuanto estuvo listo se peinó bien y bajó a desayunar.
— Buenos días. — saludó
este a Evans, que parecía estar comenzando a desayunar junto a mystie,
aunque evitaba mirarla a los ojos. Estaba claro que el mentor no se
sentaba muy a gusto con la acompañante pero, ¿y quién no? Mystie era
claramente insoportable.
— Buenos días. — saludó simplemente Evans con una sonrisa. — ¿Has dormido bien?
— Perfectamente — aseguró William, seguidamente preguntó: —¿Cynthia no ha despertado aún?
— Oh, ¡es verdad! voy a buscarla. — comenzó Mystie al oírlo y se levantó pero Evans la detuvo.
— Dejémosla descansar un
ratito más, Mystie. No nos será útil si bosteza cada cinco minutos. Lo
que si agradecería es que nos dejaras un rato. Tenemos que discutir
estrategias.
— De acuerdo, me iré dar
una vuelta por el capitolio. Una pena que no podáis venir. — contestó
la acompañante y dicho esto se fue.
— ¿Ocurre algo? —
preguntó William, al ver la escena. Evans por su parte se puso serio y,
luego de asegurarse que la chica se había ido del todo, dijo:
— Sí, siéntate. —
Obediente, el tributo se sentó frente a él. No le gustaba nada esa
mirada, tan seria y preocupada, le hacía desconfiar. Su mentor esperó
que estuviera bien acomodado y servido para continuar.
— ¿Estás seguro de que
quieres salvar a Cynthia a todo precio? — le preguntó, el tributo tragó
seco más aún así asintió, estaba decidido.
— Sí, ¿por qué?
— He estado mirando por
encima las primeras encuestas. No solo de la gente, sino también de los
vigilantes. Habitualmente los mentores no tenemos acceso a estas cosas
antes de los juegos, pero tener a Cashmere con nosotros tiene sus
privilegios. Vas en cabeza chico. — le contó Evans en voz no demasiado
alta, no es que fuera un secreto, pero igual no convenía que los oyese
alguien imprevisto.
— ¿Qué? — exclamó William asombrado.
— Lo que oyes. No solo
el público se ha quedado asombrado con tu actuación en el de desfile. Tu
actitud en el entrenamiento está comenzando a atraer a los vigilantes. Y
tener a esa gente de tu lado ayuda y mucho. Te ayudarán en lo que
necesites siempre y cuando confíen en que serás el tributo más letal y,
o, sádico en la arena. — le aseguró Evans
— ¿Sádico? ¿No corresponde eso más con Miller que conmigo? — intervino William.
— Por eso está en
segundo lugar. — afirmó Evans. — Le sigue Robin y, seguidamente, Sean y
la chica de su distrito. Cynthia está al final de los profesionales y
justo después vienen los otros tributos.
— ¿Tan abajo? — se sorprendió William.
— ¿Comprendes ahora? —
le preguntó Evans entonces. — Las apuestas van bastante mal para ella,
afortunadamente está entre las preferidas del público y aún quedan dos
días de entrenamiento, uno de ellos la prueba final ante los vigilantes,
que podría subirle muchos puntos, pero más arriba de ti no creo que lo
esté nunca. Si quieres ganar, tendrás que esforzarte mucho en
protegerla. — Explicó con más detalle.
— Ya me lo imaginaba. — murmuró William más para si mismo que para Evans. — ¿Y no podemos hacer nada?
— No más de lo que ya
hacemos. Aunque iré hablando con Cashmere, por si le puede dar algún
consejo. — Las palabras del mentor se vieron interrumpidas por el ruido
de la puerta al abrirse tranquilamente.
— ¿Interrumpo algo? — preguntó Cashmere dulcemente, tras ella venía Cynthia.
— Para nada, solo
estábamos hablando de los juegos— contestó Evans, con una pequeña
sonrisa. — Acomodaros y desayunad un poco. Queda poco tiempo para el
entrenamiento y, al menos, una de vosotras necesitará fuerzas para ello.
— Mentora y tributo obedecieron acomodándose ante la mesa, la primera
al lado de Evans, mientras que la segunda tomó asiento junto a William,
como siempre.
— Buenos días, preciosa.
— susurró este simulando una sonrisa y le dio un beso en la mejilla,
ella simplemente sonrió feliz. — Buenos días contestó. — seguidamente
comenzaron a desayunar.
Nolan se hallaba ante el
puesto de lanza, pensativo, no muy lejos estaba el chico del distrito
siete, mirándolo de reojo, aunque él no parecía muy atento a ello, tenía
la mente en otras cosas. Como por ejemplo la chica del uno, Cynthia.
Esa noche, al verla, había seguido sus instintos para dedicarle una
pequeña sonrisa; y es que no entendía que tenía esa joven pero era
diferente de las chicas que había conocido. Le atraía y mucho, aunque no
sabría decir por qué.
— Sí, un completo
misterio. — Concluyó una voz masculina, a su lado. Sobresaltado, Nolan
falló su tiro de lanza y se giró descubriendo a un chico alto, de pelo
corto acastañado y ojos marrones oscuros, en el puesto de al lado. Se
trataba del chico del distrito siete, el compañero de la niña.
— ¿Por qué dices eso? ¿A quién te refieres?
—Por el modo en que he
visto como miras a la tributo del uno. Como si fuera un misterio que
resolver. Y porque en todo el tiempo que llevo intentando analizar a
los otros tributos, aún no la he captado del todo.
— ¿Analizas a los otros tributos?
—Solo a los que
considero dignos de mención. Cris, tributo del doce, es fiero, a la vez
que fuerte. Alto y bien alimentado, seguramente fruto de la caza ilegal
tan "permitida" en su distrito. — señaló al tributo en cuestión, ocupado
esta vez en el puesto de redes. Aunque no parecía dársele demasiado
bien. Según recordaba ayer le había pedido aliarse con él pero aun no
había respondido. No estaba seguro de querer aliados y menos tener que
matarlos luego. Pero reconocía que un joven con amplio conocimiento del
bosque y sus animales podría serle útil en la arena. — He estado
hablando con él, hace un rato, y no da tanto miedo como lo parece.
Quizás deberías aceptar su alianza. — mientras hablaba jugueteaba con un
cuchillo de su puesto. — La chica del cuatro, hermosa y sensible a la
vez que amable, demasiado amable. Creo que intenta ser para su distrito
lo que fue Cashmere, la vencedora del distrito uno, en sus juegos. Una
pequeña seductora. Su compañero, en cambio me pone de los nervios. No es
más que un grosero y maleducado. — Pronunció las palabras con rencor—
Aunque parece bastante decidido. — valoró. —No me gusta nada.
— ¿Lo dices por como te
echó del puesto de las hachas, ayer? — adivinó Nolan y el chico asintió,
más siguió hablando, señalado esta vez al distrito dos.
— Robin, el chico del
distrito dos, es un arrogante. Tiene mucho orgullo y aunque es hábil,
presume más, de lo que hace. Miller, en cambio parece bastante valiente y
rápida, en contrapartida creo que tiene bastante mal carácter. Ayer la
vi tan enfadada que no paraba de lanzar insultos mientras tiraba esas
estrellas tan raras. — se rió alegre. — Y el chico del uno parece muy
fuerte y hábil, pero tiene algo que no me gusta. También está bastante
próximo a su compañera, o al menos eso me pareció en el desfile. Ella,
en cambio, es un misterio, demasiado buena para ser una profesional,
demasiado hábil para ser un simple tributo. Solo espero que no sea
ningún engaño, porque de serlo tú estás cayendo de pleno. — Al oírlo el
moreno le fulminó con la mirada, pero él simplemente se rió. — Tú, por
tu parte, eres bastante misterioso. Fuerte, rebelde y temerario, además
de rápido. ¿Cómo lo consigues?
— Luego te lo cuento,
si quieres. — Las palabras fueron seguidas de un pequeño guiño y una
sonrisa de parte del chico del ocho. — Pero antes, tendrás que decirme
tu nombre. — aseguró.
— Jack. — contestó simplemente el otro, y cortésemente le tendió la mano.
— Yo me llamo Nolan,
encantado. — El tributo del ocho aceptó el apretón de manos para luego
reírse mientras se rascaba la nuca. —Si es que se puede decir aquello en
estas circunstancias. — declaró divertido y los dos jóvenes se rieron.
Un pequeño estruendo,
como de un objeto pesado cayendo al suelo después de soltarse
violentamente, seguido de unas fuertes risas burlonas, vino a
interrumpirles. La chica del distrito ocho acababa de soltar de golpe
una de las pesas, al ser incapaz de sostenerla más de unos minutos, le
pesaba demasiado; y los profesionales se estaban riendo de ella.
— Maldita sea— murmuró Nolan y avanzó hacia ellos, pero el otro chico lo detuvo.
— Déjalo, no vale la pena. — declaró.
— ¿Pensarías lo mismo si se tratara de tu compañera de distrito? — inquirió Nolan.
Dudoso, Jack levantó la
cabeza hacia la niña de su distrito que en estos mismos momentos había
dejado el puesto de plantas y se hallaba jugando distraídamente con una
pequeña pelotita de madera. Un recuerdo de su distrito, más asintió con
la cabeza, decepcionando mucho a Nolan.
Mientras, los
profesionales de seguían metiéndose con su compañera. El chico del
distrito uno, en concreto se hallaba empujándole suavemente mientras
los otros se reían. Rabioso, Nolan se deshizo del agarre del chico y se
dirigió hacia él, dispuesto a defender a la chica.
— Dejadla en paz. — ordenó y se situó ante ella. William se cruzó de brazos ante él con una sonrisa.
— ¿Defendiendo a una contrincante, Nolan? — inquirió. —Eso no es muy conveniente.
— Se llama respeto, William. Algo que veo que te falta.
— Como osas...— se indignó el rubio e iba a pegarle cuando la entrenadora los interrumpió.
— Distrito ocho y uno,
¿Qué he dicho sobre pelearse con otros tributos? — recordó la mujer y
los chicos se detuvieron de inmediato.
— Has tenido suerte. —
le susurró William a Nolan y se fue, no sin antes empujarle. Cynthia se
los quedó mirando sin entender muy bien lo ocurrido. William parecía tan
tenso... ¿Acaso había algo que le preocupaba?, ¿y si sí? ¿Por qué no se
lo había dicho? Solo había una cosa clara, William nunca se comportaba
así porque sí, lo hacía para desahogarse así que, ¿Qué le pasaba?
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y bueno como despedida os dejo una foto de lo más parecido a Jack que encontré y nos vemos en la siguiente entrada. :D
Muy buen capìtulo, me ha encantado, estoy deseando que subas el siguiente. Un Beso.
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