Capítulo 4: de camino al
capitolio
Cuando llegaron a la
estación, con las emociones más controladas, el flash de una cámara los
sorprendió, seguido de otro. William pasó el brazo por el hombro de
Cynthia escudándola de las cámaras. Finalmente, cuando estuvieron
delante del tren, preparó su mejor sonrisa y le susurró.
– Cynthia, sonríe, ¿de
acuerdo? Todo saldrá bien— Le dirigió una mirada dulce y ella sonrió
automáticamente. Entonces William cogió su mano y, con una sonrisa
segura hacia al público, la levantó al aire. Los habitantes de su
distrito gritaron y aplaudieron. Cynthia no sabía si siguiendo el
protocolo o si realmente les apoyaban, pero les animaban y aplaudían
como nunca. Presa de la emoción les envió saludos a su familia, como si
fuera a volver.
Comenzaba a comprender
el plan de William, ir hacia adelante, con la cabeza bien en alto. Como
si todo esto no fuera nada para ella, como si realmente estuviera
preparada para ir, ganar y volver.
Mystie les sonrió, feliz
y satisfecha, y les hizo entrar en el tren. Parecía llena de energía y
no paraba de parlotear sobre cosas como capitolio, horarios, tren y más
capitolio. De entre tantas palabras únicamente consiguieron pescar algo
útil cuando ella dijo:
– Vuestras habitaciones
están al fondo, derecha Cynthia, enfrente William, aunque bien se ve por
la decoración. Instalaos y disfrutad, os vendré a buscar para la cena
que es cuando hablareis con vuestros mentores. Llegaremos al capitolio
en la noche pero, para que estéis bien descansados para el desfile, no
saldréis del tren hasta la mañana.
Asintieron automáticamente y ella se despidió alegre después de soltar algo así "¡Ay, que bien educados! ¡Cómo me gusta este distrito!" y Cynthia y William suspiraron al unísimo, para luego reírse por la coincidencia.
–¿A esta mujer le dan un subidón de azúcar cada mañana de cosecha, o qué?—Bromeó William.
–No lo creo, estaría muy
gorda de ser así— Aportó Cynthia e inmediatamente se pusieron a reír en
total complicidad, antes de ir a mirar cada uno su habitación.
William soltó un silbido
de admiración al verla. ¿Eso era una habitación de tren? ¡Si era al
menos dos veces la suya, menudo lujo! Le echó un vistazo al armario y
vio montones de ropas, de todos los estilos y colores, casi parecía que
tuviera un arcoíris viviente en el mueble. Se vistió con lo más casual
que encontró y siguió explorando. Cuando llegó a la cama, se sentó
encima observando las vistas. Pero, sin querer, pulsó uno de los botones
y el paisaje de una pradera se mostró ante el.
Pestañeó sorprendido y
entonces fue cuando advirtió el botón y emocionado, como un niño
pequeño, corrió a la habitación de su compañera.
–Cynthia, ¿has visto eso?
– ¿El qué?— le cuestionó
ella curiosa, también se había cambiado la ropa por un conjunto más
casual, que le hacía aún verse más linda. Completamente en su esencia.
Sin dudar la cogió de la mano y la llevó a la habitación.
–¡Las vistas cambian con solo apretar un botón! Mira, bosque, pradera, mar, nieve,...
–Nunca he visto la nieve. – Comentó Cynthia, "salvo en los juegos" pensó para si misma. —Déjalo ahí. — le pidió.
William accedió y le
pasó un brazo por los hombros, él tampoco estaba acostumbrado a ver la
nieve, en el distrito uno apenas nevada y, salvo en alguna reproducción
casual de los juegos, era difícil ver un paisaje tan peculiar como el
que dejaba entrever la ventana. Ya que las retransmisiones de otros
distritos estaban prohibidas por el capitolio. Únicamente se podía ver
algo de ellos durante alguna que otra gira de la victoria televisiva.
Pero no era lo mismo.
–Bueno... ¿comemos
algo?— Comentó William después de que se quedaran un largo instante
mirando absortos el horizonte. Olvidándose, por unos instantes, de donde
estaban y para qué.
Ella asintió y se
acomodó junto a el sobre la cama. Al pulsar un botón una especie de mesa
grisácea, sin patas, surgió de debajo de la cama y se plantó ante
ellos. Descubrieron que podían pedir cualquier plato y se lo traerían
enseguida. Por lo que enseguida cada uno disfrutó de su plato favorito.
Pero en cantidad moderada, ya se llenarían del todo a la cena.
Cuando acabaron de comer unos avox, (un chico y una chica, más conjuntados imposible) recogieron todo y volvieron a "hacer desaparecer" la mesa después de limpiarla.
Cynthia y William se
recostaron sobre la cama. Él, boca arriba con ella en su regazo con la
cabeza apoyada en su pecho, mientras le acariciaba el pelo
cariñosamente. Cynthia sonrió y se permitió disfrutar de sus caricias un
tiempo, para que luego su rostro se tiñera de melancolía. No podía
evitar pensar que en unos días, no sabe cuantos podría perderlo. Y ni
siquiera era culpa suya, bueno ,un poco sí, sabía que probablemente él
nunca fuera realmente para ella. Pero aun así no tenía nada que ver.
No pudo más y, con decisión, se lo preguntó.
– William— Este giró el
rostro hacia ella, atento, esperando a ver que se escondía tras su
rostro repentinamente serio. – ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué te
presentaste voluntario? Tienes toda la vida por delante, puedes— volverte a enamorar, quiso añadir, más su subconsciente le impedía ni siquiera pensarlo. Era egoísta.
William detuvo sus
caricias de golpe y el silencio se instaló entre ellos, un silencio tan
largo que ella temió que le nunca le contestara, pero finalmente, firme y
decidido tras observarla de arriba abajo, le dirigió una mirada
cariñosa y protectora y dijo.
–Porque...no soportaría
perderte sin luchar por impedirlo. — Cynthia no respondió, simplemente
se quedó en silencio mientras lágrimas silenciosas bajaban por sus
mejillas, era todo tan injusto, ¿Por qué tenía su nombre que salir
elegido?
Sin embargo esa tristeza
no duró mucho, gracias a las caricias de William. e permitieron
dormirse y descansar en paz por una vez, sin pesadillas. Mientras
William la observaba maravillado, parecía tan débil así, no había
ninguna duda, tenía que hacerla regresar. Nunca se lo perdonaría si
dejaba que esa delicada flor se muriera...
Unos golpes fuertes a la
puerta lo desconcentraron, rápidamente se incorporó y despertó a
Cynthia. Era Mystie que les venía avisar de que ya era hora de reunirse
con sus mentores, Cashmere y Evans.
Al verla al despertar,
Cynthia volvió a la realidad y se sintió culpable por el estado en que
se encontraba, con ojos llorosos y temblando, ¿era así como pretendía
ganar los juegos? ¿Realmente pretendía que solo por ponerse a llorar los
tributos se apiadarían de ella? Al fin y al cabo solo querían volver a
casa. ¿No quería ella eso también?
Pensó en su familia, su
madre que la llenaba de cariño, su padre siempre dispuesto a defenderla.
El mismo que le había hecho prometer que lucharía por sobrevivir. Sus
hermanos Esme y Zafir que la admiraban y adoraban a la vez. Y también,
extrañamente, en Bryan y en la promesa que le había dedicado.
"Necesito que
luches. William, te ayudará a sobrevivir, por eso se ofreció voluntario.
Pero tú, también debes poner algo de tu parte, ¿de acuerdo? No importa
lo que tengas que hacer, lucha por ganar y no te rindas nunca.
¿Prometido?"
"Prometido"
había jurado ella con convicción ante el chico, con más firmeza que
nunca, entonces Bryan al ver su estado hizo algo que ella nunca imaginó,
la abrazó.
"Vuelve" le susurró al oído y, finalmente, se separó de ella antes de partir.
Cynthia pestañeó y se
espabiló mientras veía la acompañante marchar hacía la cena, ahora más
que nunca estaba convencida, no podía rendirse.
- William, ¿puedes ir a
mi habitación a buscar el maquillaje? No quiero presentarme así ante
Cashmere. No me apoyará si cree que ya me he rendido. — Le pidió a su
chico, William, simplemente sonrió orgulloso de que ella se decidiera a
luchar por su vida, al fin.
Una vez listos y, con
mejor aspecto que antes, se decidieron a encaminarse al comedor, Mystie
ya había comenzado a comer y enseguida empezó a armar una disculpa.
Mientras que Evans y Cashmere les habían esperado pacientemente.
Parecían llevarse bien, a pesar de que Cynthia habría jurado que ella
prefería estar con su Gloss, su hermano.
– Buenas, tardes. –
Saludó Cashmere y les invitó a sentarse para comenzar a cenar. – Espero
que hayáis disfrutado un poco de las comodidades de este tren. Soy
Cashmere y este es Evans, somos vuestros mentores y nos encargaremos de
sacaros vivos de la arena al menos a uno de los dos. Evans asesorará a
William, y yo te asesoré a ti. —Cynthia sonrió, la sonrisa de Cashmere
era bastante dulce a pesar de ser una vencedora. A creer que entendía su
situación.
–Cashmere no tan rápido,
al menos déjalos comer algo, ¿no te parece?— les interrumpió Mystie,
haciendo que Cynthia incluso la odiase más. Esa mujer era la que les iba
a hacer sobrevivir en la arena, sus consejos eran muchísimo más
importantes que la comida. – Servíos, debéis de estar hambrientos por el
viaje.
– ¿Qué es eso?— preguntó William, señalando un plato a su izquierda, que tenía la pinta de ser suculento.
- Canard a l'orange, en
la antigüedad, antes de Panem, era un plato de un país hexagonal
llamado Francia. Pruébalo, está buenísimo. — William le hizo caso y al
meter el primer bocado en la boca sonrió y asintió.
– Tienes razón, está muy
bueno. Mi madre no es muy amante de la cocina y estos manjares
escasean. ¿Qué decíais antes de que nos animaran a cenar?— Mystie abrió
grande la boca pero no dijo nada y, algo indignada, siguió cenando en
completo silencio. Ante eso Evans sonrió y tomó la palabra.
–Hablábamos de tu asesoramiento y el de Cynthia. Comencemos por lo más básico, ¿Qué sabéis hacer?
–Yo soy un especialista
en armas cortas. Cuchillos, mazas, espadas tanto de una mano como de
dos, hachas y cosas así. Soy fuerte, así que no tengo problemas con el
cuerpo a cuerpo. Ni con las lanzas, de hecho es lo único de largo
alcance que manejo. Para el resto soy un desastre. — Contestó William
enseguida, decidido y orgulloso.
–Perfecto, ¿Y tú,
preciosa?— Dijo Evans, más que satisfecho. William era con diferencia el
mejor tributo que podría tener su distrito en años. Cynthia se ruborizó
un poco, ya que no estaba acostumbrada a los cumplidos de otra persona
que no fuera William y dijo:
–B-bueno a mi se me dan
bien los arcos. La ballesta y la cerbatana. Mi especialidad es el largo y
medio alcance, de cerca soy pésima, pero soy muy rápida y en la
academia nuestra entrenadora no paraba de elogiar mi agilidad. También
sé lanzar cuchillos— Ante eso Evans sonrió misteriosamente. – Aunque no
lo he practicado mucho como para poder ser una experta. Prefiero la
ballesta. Supongo que ya está claro, cual es mi arma predilecta, ¿no?
–Clarísimo, aunque yo te
recomendaría que practicaras un poco los cuchillos en los
entrenamientos. No podemos asegurar que haya ballestas en la arena.
Bueno, ¿vemos las cosechas? Nos llegaron hace apenas una hora. – Ahí fue
Cashmere la que habló. Asintieron y ella puso el video saltándose el
uno, hecho que Cynthia agradeció, no quería verse sobre el escenario.
Sabía que había estado patética.
En el distrito dos,
llaman a una chica algo enclenque de catorce años, pero otra se apresuró
en presentarse voluntaria. De diecisiete años, alta, esbelta, fuerte y
atlética. Miller Clemer, cuya sonrisa sádica resulta incapaz de pasar
desapercibida. El chico elegido, Robin, está preparado, salta a la vista
y para mejor es su última cosecha. En el tres los chiquillos son tan
insignificantes que ninguno les presta atención. En cambio, en el
cuarto, sale una chica muy guapa de catorce años y un chico de quince.
Los dos profesionales, aunque no parecen demasiado fuertes. Sean y
Giannira.
Los otros distritos no ofrecen nada convincente y en el distrito siete, sale una niña de doce años.
El chico del ocho, sin
embargo no estaba tan mal, por su actitud desgarbada y rebelde, parecía
un delincuente. También era bastante guapo, quizás, si se olvidaba de
insultar al capitolio, saliera adelante como un buen rival. Tanto su
compañera como los tributos de los siguientes distritos pasaron
desapercibidos, muchos temblaban y lloraban. Resultarían patéticos si no
fuera por qué sabían que se dirigían a una muerte segura. En el
distrito doce, salió una chica tan esquelética que Cynthia diría que los
huesos se percibían a través de su piel. A saber como se tenía en pie. Y
un chico delgado, aunque bastante fuerte, con rasgos parecidos a los de
la chica.
Cuando el mentor,
borracho y tambaleándose como siempre, a Mystie se le escapó una risita
al verle; quiso acercarse a ellos, él se apartó como si apestara.
Enfocaron su cara con la cámara y a Cynthia le dio autentico miedo.
Enfocaron el sello del capitolio y el video acabó.
–Bien— Dijo Evans, luego
de apagar la tele. — No parece que este año sea distinto de otros.
Tendréis que hacer alianza con los del dos y el cuatro si no queréis que
os maten nada más salir de la cornucopia. Pero no os fieis de ellos e
intentad no descuidaros. También habría que tener cuidado con el chico
del ocho y el del doce. Quizás aguanten hasta el final.
–¿Quieres decir que no debemos subestimarlos?— Preguntó William.
- Exacto. — Contesto
Cashmere. —Esta noche llegaremos al capitolio y seréis despertados al
alba para que os reciban vuestros estilistas. Hagan lo que hagan no
protestéis. Recordad que su trabajo os puede proporcionar miles de
patrocinadores en un instante. Serán ellos los que os marcarán vuestro
enfoque. Lo demás lo discutiremos mañana. Ahora, acostaros pronto. En el
capitolio habrá miles de cámaras pendientes de vosotros, así que
tendréis que estar desvelados ¡Buenas noches!
–¡Buenas noches!—
Dijeron William y Cynthia, y se dirigieron a sus respectivas
habitaciones. Mañana les esperaría un día muy largo.
Que penaaa D:
ResponderEliminar