Capítulo 3: Despedidas: "No te rindas jamás".
Estaba llorando, no
podía evitarlo, durante el tiempo que se mantuvo en la plataforma había
intentado mantenerse firme. Pero ahora, estando en el cómodo edificio de
justicia, no encontraba razón para fingir que todo iba bien. ¿A quién
quería engañar? No iba a sobrevivir.
Cuando ya llevaba unos minutos allí dejaron entrar a su familia.
– ¡Oh, mi pequeña!—
Exclamó su madre y la abrazó llorosa, seguida de sus hermanos pequeños,
Esme y Zafir. En el distrito uno no era extraño que los nombres de los
niños fueran de joyas. Era una manera de honrar el distrito en el que
vivían.
El padre de Cynthia se
mantuvo algo más distante, a la espera de que se separaran. Cuando lo
hicieron, él, simplemente, se acercó a su hija y dijo.
– Sé que es difícil.
Que el fin de los juegos va contra tus principios, pero me gustaría que
intentaras ganar y salir viva de allí.
–De acuerdo— Dijo
Cynthia firme, a pesar de estar con los ojos llenos de lágrimas. Una
cosa era ser consciente de que no iba a sobrevivir, y otra cosa era no
hacer nada para intentarlo. Al fin y al cabo era profesional, ¿no?
Podría resistir.
Entre gritos y lloros
sacaron a su familia, y ella se acomodó para estar presentable en el
tiempo que le quedaba, pues no parecía que fuera a entrar nadie más.
Cynthia no tenía muchos amigos, no desde que se codeaba con William.
Por eso se sorprendió cuando la puerta se abrió, y dejó entrever al hermano de William, ¿qué querría?
– ¿Cómo está William?— Preguntó, simplemente, ella, al ver a Bryan acercarse.
– Firme e inquebrantable
como una roca, no sé si realmente tiene confianza o está intentando
tranquilizarme. Me ha enviado a reconfortarte.
– ¡Vaya!, ¡gracias! –
Comentó Cynthia bromista, y algo sarcástica, Bryan amosó una sonrisa y
luego se puso serio, mientras se acercaba a ella.
– Escucha— Dijo
simplemente. — Necesito que luches. William te ayudará a sobrevivir, por
eso se ofreció voluntario. Pero tú, también debes poner algo de tu
parte, ¿de acuerdo? No importa lo que tengas que hacer, lucha por ganar y
no te rindas nunca. ¿Prometido?— Cynthia no pudo evitar sentir el doble
sentido tras esas palabras. Le estaba diciendo que si tenía que matar
que lo hiciera, que nada estaba mal a la hora de sobrevivir. Pero,
¿sería capaz?
Y lo peor era que,
además de afrontar que si quería ganar pronto tendría que renunciar a
todos sus principios, tenía que afrontar, también, que William daría su
vida por ella; para hacerla ganar.
Lo entendía, de estar en su lugar ella haría lo mismo pero aun así no podía evitar sentirse culpable.
Oh, sí, sin duda la suerte no estaba de su parte.
Por su parte, William se
mantenía fuerte, con una máscara inquebrantable e incluso alguna
sonrisa ocasional. Era consciente de que el peso de la impresión recaía
sobre sus hombros. Cynthia no podría aparentar ser una asesina, ni
tomando clases de actuación. Le tocaba a el asumir ese papel, ser fuerte
por los dos.
La puerta se abrió y
entró su familia, su madre estaba llorando desconsolada pero no se le
acercó más de lo normal. Sabía que William era algo reacio al contacto
físico. En lugar de eso se apoyó en su padre que observaba a su hijo, no
muy contento
– ¡No puedo creer que fueras tu quién se presentara voluntario! ¿Por qué lo hiciste?— Preguntó su padre contrariado.
– Sabes por qué— Contestó William melancólico, con él no tenía por qué fingir. Su padre asintió.
– Entonces... ¿Esto es un adiós?— preguntó
– Tal vez. — Dijo simplemente William, su hermano se acercó entonces a él procurando mantenerse firme.
– Prométeme...— Inspiró
hondo. – que no te rendirás jamás. No importa lo que le pase a Cynthia,
si no puedes traerla de vuelta, ¡vuelve tú!— Le pidió.
– Yo... Lo prometo— Juró
William y entonces entrevió las lágrimas bajando de los ojos de su
hermano. — ¡Vamos!— Exclamó dulce y le limpió las lágrimas. – No llores.
Sé fuerte, quizás vuelva. — sonrió. –Y ahora límpiate esas lágrimas y
ve a reconfortar a Cynthia. Creo que no ha dejado de llorar desde que
estoy aquí. Puede que consigas convencerla de no rendirse.
Su hermano obedeció y
poco después se fue, seguido de sus padres. William se acomodó en el
sillón a esperar hasta que lo recogieran, pues no esperaba que entrara
nadie más.
Inconscientemente, se
preguntó si Cynthia había dejado de llorar. Quizás aún se podría sacar
algo de ella entonces, si se realzaba su peculiar belleza. Aun así no
sabía si el romance les resultaría provechoso, quizás les restase
puntos. Al fin y al cabo nunca se había visto nada semejante en los
juegos, menos entre los profesionales. Ellos eran los fuertes, los que
no se dejaban debilitar por los sentimientos, los que hacían todo por
ganar y alcanzar la gloria...
El ruido de la puerta
abrirse lo alejó de sus pensamientos, y sobresaltado se incorporó del
sillón. Un chiquillo se acercó al él, el niño que había estado antes que
él sobre la plataforma. El hijo de Evans. Al verlo, William no pudo
evitar pensar que parecía una versión más pequeña y débil de su padre.
– Gracias por salvarme. Ya sé que no lo hiciste por mí, pero aun así gracias. No estaba preparado para los juegos. — Dijo John.
– Ninguno a tu edad está
preparado. — Dijo entonces, William. John asintió e inspiró hondo
acercándose, era mejor decírselo cuanto antes, era una buena noticia.
– Escucha— Comenzó. –
Debes esforzarte para que este año sea tu distrito el que se alce con la
victoria. No importa que seas tu o Cynthia, solo haz que triunfemos. Mi
padre será tu mentor este año. No lo rechaces. Es su modo de darte las
gracias— Sonrió. – Todo saldrá bien. Sois profesionales, no tenéis nada
que temer. — William sonrió con seguridad para luego preguntar un poco
preocupado.
– Oye, pero, ¿no lo
echarás de menos? No me gusta nada la idea de que vuestra familia se
separe, por más que tu padre quiera ayudarme.
– ¡Oh!, no te preocupes,
mi madre es capitolina. Nos alojaremos en su casa del capitolio.
Veremos los juegos en gran pantalla e incluso podremos apostar por
vosotros. ¡Os haremos triunfar!— La sonrisa de William se ensanchó, era
bueno saber que la gente confiaba en ellos, pero era aun mejor saber que
entre esa gente había personas dispuestas a todo por ayudarle.
– ¡No lo dudo! — Aseguró entonces, confiado y algo presuntuoso.
Y después de esas tres
palabras, el niño partió contento, no sin asegurarle que apostaba por
el. William lo observó partir, sonriente. Parecía tan bueno e
inocente... Era algo que se echaba de menos en su distrito, donde los
niños entrenaban para los juegos desde que tenían uso de razón. Era
bueno de ver.
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Espero que os guste. Y por cierto, bienvenidos Katniss y Aitor, gracias por unirnos y gracias a todos los que comentáis y afiliáis este blog. Es bueno saber que mi historia llega a más gente. ^_^
¡¡Hasta la próxima!! :D
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